Libro 59/365: “Instituciones oratorias” de M. Fabio Quintiliano
Dos mil años no son nada (para un buen libro)
Libro 59/365
Nombre del libro: Instituciones oratorias. Tomo primero.
Autor: M. Fabio Quintiliano
Año: c. 95 d. C. (edición en español de 1942, traducción de Rodriguez y Sandier)
Páginas: 374
¿Cómo llegó a mi biblioteca?
Hace unos veinte años una amiga nos regaló -por Navidad creo- un objeto de su casa a cada uno del grupo -nos juntábamos religiosamente cada viernes-. A mí me tocó el único libro que había en ese conjunto inesperado. Agradecí el gesto pero no le presté mayor atención porque suelo escaparle a las lecturas forzadas por las circunstancias.
Qué me pareció (9/10)
Releyéndolo para este proyecto entendí por qué fue un clásico que se usó durante siglos (hasta el XVIII) para formar oradores. Todo lo que el resto de libros que comenté tratan de forma parcial y superficial la mayor de las veces, Quintiliano lo aborda con una mirada amplia: no da técnicas sueltas de oratoria sino que aspira a formar personas completas que dominen el arte de la retórica. Le escapa a ese monigote que hace grandes ademanes intentando persuadir a una audiencia para su conveniencia: el orador debe ser alguien versado en las artes y en las ciencias que sepa “enseñar, dar gusto y mover”.
Propone un programa integral que empieza desde que el aprendiz es un chico: qué debe aprender (idiomas -griego y latín-, música, gramática, etc.) y por qué, en qué orden, qué autores leer (Homero y Virgilio, infaltables), qué tipo de maestro es recomendable, y así da una guía exhaustiva donde no sólo aconseja sino que justifica el por qué lo considera la mejor opción. Pero a la vez tiene la precaución de dedicar todo un capítulo a reflexionar sobre por qué no hay que ser rígido con las reglas y cómo debe adoptarse una actitud abierta a lo que necesite la circunstancia.
Cita a los grandes como Cicerón, Sócrates y Platón para coincidir o disentir con ellos. Hay por ejemplo capítulos enteros donde repasa miradas reduccionistas sobre la oratoria -las que la consideran solo el buen decir- y refuta una a una para llegar a su propia definición.
Tiene algo de fascinante leer obras pedagógicas que formaron a varias generaciones anteriores; hablan de la cosmovisión, de los valores, de lo que se alababa y de lo que se repudiaba. Nos permiten espiar durante un rato qué consideraban importante como para transmitirlo a sus hijos -y de paso aprender algunas cosas que aún hoy siguen vigentes-.
Citas preferidas
“Pensaban muchos que el buen decir consistía en ciertos conceptillos, agudezas, retruécanos, juguetes de palabra y flores del lenguaje; veían que semejantes pueriles adornos pensamientos, que no pasaban de la corteza, no sólo caían en gracia a muchos destituidos del buen paladar (...)” (del prólogo)
“Conservamos lo que aprendimos en los primeros años, como las vasijas nuevas, el primer olor del licor que recibieron, y a la manera que no se puede desteñir el primer color de las lanas.”
“Ni puede ser uno perfecto gramático sin la música, pues ha de tratar del metro y ritmo.”
“Aprendan pues, primero a explicar con un lenguaje puro y sencillo las fábulas de Esopo, que suceden a los cuentos de las amas de leche; en segundo lugar a escribirlas con la misma sencillez de estilo; primeramente desatando el verso, y después traduciéndolo con otras palabras. Después aprendan a traducir con libertad parafrástica por la que se permite ya reducir, ya amplificar lo que traducimos, conservando el sentido del poeta.”
“El niño, antes de dar principio a la retórica, debe ser instruido en otras artes, si éstas son necesarias para uno que ha de ejercitar la elocuencia.”
“La principal parte en la oratoria, es el que se disimule el arte.”
“La oratoria (...) se reduce a cinco partes: invención, disposición, elocución, memoria y pronunciación o ademán.”
¿Tenés otros libros del autor?
No.
¿Te tomarías un café con el autor?
¡Sí! Es una figura muy interesante: leyó a los antiguos, creo un programa para formar desde chicos a futuros oradores, y en las pocas líneas que le escribe al librero Triphon al comienzo del libro deja translucir una personalidad humilde. Me divierte pensar cómo prepararía Quintiliano a alguien cuyo ámbito natural sea presentar en un Zoom.
¿A quién se lo recomendarías?
A cualquier persona que quiera aprender el arte de la retórica en serio. Para lo práctico y concreto hay blogs y Youtube. Lo que aporta este libro es algo distinto: un compendio de reflexiones sobre cada uno de los aspectos que debe abordarse en la formación y que sirven de punto de partida para la búsqueda personal.